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UNO DE TANTOS EJEMPLOS




Tania Humaran

He aquí la historia de una mujer sencilla que habitaba en un pequeño estado, no tuvo lugar en la lluvia de referencias del pasado ocho de marzo, pero busca su lugar entre las innumerables historias de trabajadoras que sin saberlo representa la lucha por los derechos de la mujer.

Liliana Hernández López al lado de su padre y tíos se dedico desde la adolescencia al oficio de la albañilería ignorando que contribuía al derrumbe de los estereotipos que entonces limitaban a las mujeres en el ámbito laboral.

Actualmente las mujeres representan el 38% de la Población Económicamente Activa (PEA) en México, esto es 20,924,839 almas en el mercado laboral.

Esta maestra de la obra (pues se ha ganado la denominación desde los 18) forma parte de esos 20 millones de mexicanas que contribuyen con la economía familiar, además de encargarse del trabajo del hogar por el que no recibe ningún sueldo.

Desde hace varios años Liliana se insertó entre las 161, 972 historias que representan el 3.7% de empleadas en la industria de la construcción a nivel nacional.

Según datos proporcionados por la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, delegación Tlaxcala, el 1.9% del personal de esta rama de la economía en el estado son mujeres. Esto es aproximadamente 8, 687 compañeras que hoy acuden a sus centros de trabajo con el recuerdo de más de 100 años de historia en torno a una lucha social.

Nuestra protagonista esta al tanto de lo que se festejó el pasado 8 de marzo, pero desconoce que forma parte del 2.7% de mujeres que desempeñan una parte operativa dentro de las empresas afiliadas a la CMIC en Tlaxcala, sin embargo, tiene claro que como mujer merece la misma oportunidad que los pares masculinos.

Su caso prueba que la cultura laboral es una cuestión de voluntades; ella narra que al menos en su entorno de trabajo ha sido constante la presencia femenina, ya que, si no es ella alguna parienta o vecina del pueblo en el municipio de Amaxac participará en alguna obra o colado, de modo que sus colegas están acostumbrados a convivir con compañeras de trabajo y mantienen una relación de respeto.

Liliana asegura que le gusta su oficio, aunque reconoce que empezó por necesidad económica. En la obra conoció a su pareja y junto con él trabaja para brindar a su hija mayores oportunidades.

Afirma que no ha padecido algún tipo de acoso laboral. No así cuando va por la calle, en ocasiones acompañada de su pequeña y, como muchas de nosotras, recibe todo tipo de agresiones verbales. Considera que, si algún día sufriera de una agresión mayor, la mejor arma que tendría es la denuncia. Dice que a pesar de que son muchos los funcionarios que no cumplen con su trabajo, existen quienes sí están para servir a las ciudadanas y que debemos acudir a las autoridades por una respuesta cuando enfrentemos problemas de acoso o violencia; es el consejo que daría si tuviera alguna amiga en esta situación.

Liliana aplaude todos esos esfuerzos para alcanzar la equidad de género, aunque en contraste nunca ha tenido la inquietud de acercarse a uno de esos programas de apoyo para las jóvenes

madres o emprendedoras, desconfía de la maquinaria burocrática que otorga esas oportunidades. Pero irónicamente, afirma que, si en el espíritu de la igualdad de género fuera seleccionada para que ser beneficiada de algún modo, le gustaría que se tratara de una vivienda propia.


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